martes, 10 de noviembre de 2015

La llamaban "La Ganchitos"

Foto: Daniel Julià Lundgren
Hoy voy a contar una historia que tiene su obvia moraleja y que debe hacer que nos planteemos cada uno de nosotros la imagen que damos a nuestros compañeros de trabajo y el coste futuro que cada decisión de trato que tomamos nos puede llegar a costar, ya que cualquiera de nosotros, en algún momento, en algún lugar, puede que hayamos sido o tal vez acabemos siendo "La Ganchitos".
He de aclarar que los nombres y ciertas situaciones se han modificado para no herir susceptibilidades.

8:00 a.m. de la mañana, oficinas de Felipe Pérez en Pérez & Asociados Comunicación. Despacho de Felipe Pérez. Suena el teléfono y el susodicho Felipe Pérez descuelga mientras deja en su mesa un vaso de plástico medio lleno de café con leche que acaba de sacar de la máquina. Como él mismo dice, a esas horas sin café no es nadie. Al otro lado de la línea se encuentra Belén Satrústegui, directora de recursos humanos de una empresa rival pero con muy buenas relaciones con Pérez & Asociados Comunicación. Intentan cubrir un puesto de trabajo en administración y hay una candidata con muy buena pinta sobre el papel, pero sin cartas de recomendación. Casualmente dice haber trabajado seis meses en esa empresa y Belén, que conoce a Felipe desde sus años de Universidad, decide llamarlo para pedirle referencias.

Felipe: ¿Y cómo dice que se llama?
Belén: Inés Siniestrillas González. Dice que trabajó como administrativo en vuestra empresa hace dos años durante seis meses. 
Felipe: ¡Uff! Pues no se que te puedo decir, porque hace dos años contratamos a muchos temporales por motivos de la producción. Voy a preguntar en recursos humanos a ver que me dicen y te doy un toque con lo que sea.

Los dos se despiden cordialmente y cuelgan el teléfono a cada lado de la línea. Felipe se levanta, coge el post-it donde ha escrito el nombre de la candidata, y el vaso de café a medio acabar. Sale de su despacho y entra en el de Yolanda Redaños, su jefa de recursos humanos.

Felipe: ¡Buenos días! ¿Te has tomado ya el café?
Yolanda: Yo si, ¿y tú?
Felipe: En ello estoy. Te quería pedir un favor. Me ha llamado Belén Satrústegui de Narval Marketing, tiene una candidata que dice que trabajó aquí y nos pide referencias.
Yolanda: ¿Cómo se llama?
Felipe: Inés Siniestrillas González
Yolanda: ¡Uy! Ese nombre me quiere sonar de algo...

Yolanda procede a meter el nombre en el buscador de expedientes instalado en su ordenador. A los pocos segundos aparece un nombre con una bandera roja.

Yolada: (Casi meándose de la risa) ¡La Ganchitos!
Felipe: ¿Quién?
Yolanda: Tu viajabas mucho a Bilbao por entonces y casi no la sufriste, pero te tiene que sonar.
Felipe: (Pensativo) ¿No será la del bolso? ¿Una que acusó a toda la oficina de haberle robado el bolso y luego se lo había dejado en el capó de un coche al lado del parquímetro? 
Yolanda: ¡Esa misma! (Casi encanada de la risa) Pero esa no fue la única anécdota de esta tía, si quieres saber más habla con Luisa Zapata que era su compañera de despacho y tuvo que soportarla los seis meses de contrato.

Felipe se despide cordialmente de Yolanda que todavía se sigue riendo de lo que ha recordado al ver la ficha de "La Ganchitos". Tras salir del despacho se bebe el resto del café, que ya se le ha quedado frío, y se dirige al despacho de administración donde está Luisa Zapata.

Felipe: ¡Buenos días Luisa!
Luisa: Buenos días Don Felipe.
Felipe: Te he dicho muchas veces que no llames Don Felipe, que aunque soy tu jefe estamos en confianza.
Luisa: Bueno, pues yo lo voy a seguir llamando Don Felipe porque las formas no hay que perderlas.
Felipe: Como prefieras. He venido a preguntarte por una chica que trabajó aquí contigo hace un par de años, se llama Inés...
Luisa: (Sin dejar acabar la frase a su jefe) ¡Aquí sólo ha habido una Inés y no se como duró lo que duró! ¡La Ganchitos!
Felipe: Ya me ha refrescado un poco la memoria Yolanda, pero prefiero que me cuentes tú de primera mano que tal era la chica ¿por qué la llamabais así?
Luisa: Porque estaba todo el día en un pienso. Sobre todo comía ganchitos, pero también le daba a las pipas y a las galletitas saladas.
Felipe: Bueno, yo estoy todo el día bebiendo café...
Luisa: Ya, pero usted trabaja, ella no pegaba palo al agua, que tenía que hacer yo el trabajo de las dos. Y como me daba lástima porque cuando le encargabas algo, y no sabía por donde le daba el aire, casi se echaba a llorar... en fin que menos mal que con los repentes esos que le daban de acusar a la gente de robarle cosas no le renovaron el contrato, que sino... ¿es que ha echado el currículo otra vez aquí? 
Felipe: No, en Narval...
Luisa: ¡Ah! ¡Pues dígales que la contraten! Además esa no hacía nunca horas extras, siempre estaba pendiente del reloj, ¡no salía ni un segundo tarde!
Felipe: ¡jajaja! Estaría tentado sino fuera por la amistad que me une con su jefa de recursos humanos y no le puedo hacer eso.

8:30 a.m. Despacho de Belén Satrústegui en Narval Marketing. Suena el teléfono y prácticamente sólo se escuchan de ella monosílabos mientras, al otro lado de la línea, Felipe Pérez no se deja ni un sólo detalle del historial de "La Ganchitos". Suelta una risotada, se despide cariñosamente de su interlocutor y cuelga. A continuación, coge la solicitud de "La Ganchitos" y la pasa por la trituradora de papel.